To read this article in English, click here
El siguiente texto es un análisis de un giro, sin precedentes, hacia el populismo de izquierda en el Perú, elaborado por un corresponsal peruano-estadounidense, quien lleva bastante tiempo trabajando en comunidades rurales andinas durante la última década. Stanziano está confinado en el Perú desde el principio de la pandemia. Ha votado en las elecciones recientes y es un observador, en tiempo real, de las acontecimientos electorales y políticos.
Perú tuvo elecciones generales para la eleccion de Presidente de la República, Vicepresidentes, Congresistas y representantes peruanos ante el Parlamento Andino el pasado 11 de abril con 18 candidatos que se presentaron a los comicios. Las elecciones se realizaron después de haber tenido cuatro presidentes en el pasado lustro, una de las cifras más altas de muertos por el coronavirus en el mundo y una economía que se redujo 12% en 2020, solamente superado en Latinoamérica por Venezuela, un paria global y estado fallido. Para sorpresa de muchos, el candidato que se llevó la mayor cantidad de votos fue Pedro Castillo, un campesino, rondero, maestro de colegio y político de tendencia marxista proveniente de una provincial rural en Cajamarca, región situada en el norte del Perú. Castillo obtuvo 18% de los votos frente a su contrincante inmediato, Keiko Fujimori, quien obtuvo 14%. Ambos competirán en una segunda vuelta que está fijada para el 9 de junio próximo.
Fujimori, heredera de una dinastía política autocrática y corrupta quien, recientemente, estuvo recluida durante diez meses en prisión, esperando un juicio en el que se le acusa de encabezar una red criminal y perpetrar lavado de dinero, por lo que podría ser sentenciada a 30 años en la cárcel. Ella ha sido la punta de lanza durante dos décadas de Fuerza Popular, nombre actual de una poderosa organización política iniciada por su padre, el expresidente Alberto Fujimori, quien fue condenado y encarcelado por violación de derechos humanos durante su gobierno. Fujimori y el partido que fundó realizaron un plan de ataque significativo como parte de su campaña para derrotar a Sendero Luminoso, un grupo terrorista de influencia maoísta que tomó por asalto el país durante las décadas de los ochentas y noventas. Keiko perdió las dos elecciones previas, en 2011 y 2015, por una mínima diferencia. Pese a ello, encabezó la oposición en el Congreso y jugó un papel central en la renuncia y vacancia de presidentes recientes. Hay consenso en que ella es la política más odiada, con un anti voto que alcanza el 55% según una encuesta reciente. Pese a ello, se precia de tener una base dura de simpatizantes quien la ve como la heredera de un movimiento político que salvó al Perú del colapso. Muchos peruanos, que están absolutamente aterrados de una eventual victoria de Castillo, mirarán hacia el costado y votarán por Keiko como “el mal menor”, un fenómeno recurrente en elecciones pasadas.
De otro lado, muchos peruanos nunca han oído hablar ni conocían sobre Pedro Castillo antes de su victoria electoral en la primera vuelta. Su acción más notable, previa a las elecciones, fue encabezar una huelga de maestros en 2017. Promueve ferozmente la lucha de clases entre los pobres de las zonas rurales y los ricos de las grande ciudades. Anuncia que expropiará empresas privadas y redistribuirá su riqueza. Durante las entrevistas que ha concedido, ha demostrado tener un escaso conocimiento de actividades cívicas y económicas como – por ejemplo – confundir la diferencia entre las ganancias que genera una empresa y los beneficios que obtiene después de pagar bienes y servicios. No se sabe realmente hacia dónde se encamina el país pero lo que sí es certero es que las divisiones geográficas y socioeconómicas se agravan y nos sitúan al borde de un abismo.
Desigualdades entre el Perú rural y urbano
Durante gran parte de las primeras dos décadas del presente siglo, el Perú fue conocido como el tigre inca entre los economistas, situándose en la cresta de la ola debido al boom de exportaciones de materias primas y la disciplina fiscal que redujo la pobreza a la mitad. Lima, la capital del Perú, situada sobre la costa, con 10 millones de habitantes, alberga un tercio de la población del país. Los líderes son vistos con resentimiento desde el resto del Perú, como “centralistas”, que están totalmente desconectados de la realidad del país, donde aún priman las comunidades más tradicionales y vinculadas a la agricultura y ganadería. No hay nada de nuevo en ello. Las semillas que dieron origen a aquel estado-nación, que luego fue conocido como el Perú, fueron sembradas con la fundación de Lima en 1535. Las murallas de la ciudad separaron a la clase social, descendiente de los conquistadores españoles, de los mestizos y la población indígena que eran la base de la ciudad, con su fuerza laboral y sus vidas.
La mayoría de limeños no suelen pasar mucho tiempo fuera de la ciudad, salvo se incluya la élite política y empresarial, quienes disfrutan de escapadas frecuentes a sus residencias situadas en los balnearios playeros o en la sierra próxima de Lima o del Valle Sagrado en el Cusco; en ambos casos cercados por paredes que los alejan de sus vecinos provenientes de estratos sociales bajos. Es, en consecuencia, todo un desafío para los peruanos que viven en zonas urbanas entender la realidad cotidiana de millones de campesinos, en suma a unos 700 mil inmigrantes quechuahablantes que viven sobre los cerros que rodean la ciudad de Lima. Del mismo modo, los peruanos provincianos no conciben manejar un vehículo cuatro por cuatro por las avenidas arboladas de la capital. El país continúa luchando en construir una identidad nacional entre los centros urbanos que se desarrollan sin freno y la población rural que aún vive el resentimiento de los vestigios que aún perduran del colonialismo.
Hace algunos años, en un intento por registrar la historia socio-económica del Perú, quien escribe, encabecé un proyecto acompañado de una recua de llamas y un equipo de personas atravesando 3,200 kilómetros, desde la frontera norte con el Ecuador hasta el borde internacional al sur con Bolivia. Nos tomó diez días para caminar los 230 kilómetros que cruzan la provincia de donde proviene Pedro Castillo en Cajamarca, avanzando de un caserío a otro sobre caminos antiguos, captando el día a día por medio de escritos y fotografías.
En el Perú existe una base de poder que no es conferido mediante elecciones pero, más bien, por formas emanadas desde la comunidad andina, que son patriarcales, y que no están cimentadas sobre funciones municipales como las que ejerce un alcalde. Entre más remota sea la comunidad, su organización será más ceñida a lo indígena. Estas estructuras se vuelven más híbridas y entrelazadas con instituciones civiles modernas en la medida de que las comunidades crecen y se convierten en perfiles urbanos. Es común tener a un presidente de la comunidad, en los pueblos, que se encargan de asuntos cotidianos, de la mano de un alcalde electo que maneja la infraestructura y la cobranza de los impuestos.
Los ronderos – aquellos miembros de las comunidades que se encargan de la seguridad y el orden público – son parte de esa base de poder. Fue Alberto Fujimori quien armó a los ronderos a lo largo del país. Eventualmente esto permitió al gobierno central tener a un aliado de base, tan necesario para voltearle la partida a Sendero Luminoso durante principios de los noventa. Mi equipo tuvo que someterse a una inspección constante de los ronderos, al caminar de pueblo en pueblo, durante nuestro periplo a lo largo del Perú. Castillo es un rondero autoproclamado, defensor de esta forma de poder indígena y patriarcal que ha existido desde siempre en el mundo andino y que ahora utiliza como narrativa para ganar la presidencia. El primer y único presidente indígena en el Perú fue Alejandro Toledo – pese a que dejó sus orígenes rurales durante la adultez para irse a San Francisco, California, donde obtuvo un doctorado. Hoy en día, desde su hogar en Stanford, se resiste a la extradición por cargos de corrupción. En contraste, Castillo estaba ocupado dando de alimentar a sus cerdos durante la mañana de las elecciones. Montó un caballo para dirigirse a su centro de votación. Su crecimiento electoral no tiene precedentes en el Perú y es más similar al que tuvo Evo Morales en la vecina Bolivia.
Pandemia y geopolítica
Son pocos los observadores que se han percatado de que la verdadera moraleja de la sorpresiva victoria y popularidad de Castillo constituye un giro político del Perú rural, engendrado por la pandemia. La cuarentena que empezó el 15 de marzo de 2020, significó que muchos de los trabajos en el país terminaran, de un día para el otro, dentro de una economía que tiene 70% de informalidad. Esto generó un éxodo masivo de inmigrantes provincianos, desde Lima, quienes no podía seguir viviendo en la capital. Caminaron cientos y hasta miles de kilómetros de regreso a sus pueblos de origen después que el transporte interprovincial se detuviese durante meses en todo el país. El Perú retornó, literal y figurativamente, a sus raíces, mientras que muchos confiaron nuevamente en las redes tradicionales de apoyo que existen en la familia, la agricultura y las comunidades nativas.
Si los peruanos eligen a Castilla como presidente en junio, el país se estaría alineando más cerca de gobiernos populistas y marxistas como los de Venezuela y Cuba. Esto significaría un incremento en las relaciones políticas y económicas con China. Podría inclusive tener el potencial de alterar la pugna actual por poder en el escenario del Asia-Pacífico. Perú es un país grande con inmensas riquezas naturales y un punto de parada en el Asia-Pacífico. Ha tenido lazos históricos con los Estados Unidos pero China está logrando resultados significativos en el país a través de la inversión en minería e infraestructura. Rusia, que tiene un largo historial de involucramiento con movimientos de izquierda en Latinoamérica, también puede alinearse con el Perú como un oportunidad para desafiar el dominio de Estados Unidos en la región.
Hay mucho en riesgo con las elecciones presidenciales. Se abren interrogantes y teorías de conspiración sobre si el Congreso, los militares, o inclusive una revuelta popular podrían sacar a quien ingrese a Palacio de Gobierno, como ya ha ocurrido en meses previos. Los oponentes de Castillo lo acusan a él y su mentor, Vladimir Cerrón, de ser vestigios del terrorismo. Se traza el surgimiento de Castillo a los acuerdos que permitieron que Sendero Luminoso tuviese una transición desde colocar bombas hacia el debate político, a mediados de los noventa, en medio de un proceso que evitó el colapso económico y de la sociedad civil en el país. De otro lado, el planteamiento de mano dura, propuesta por Keiko Fujimori, construye una narrativa que plantea la elección como una batalla, una vez más, en la que Fuerza Popular salvará al Perú del terrorismo marxista.
La historia se repite
Desde aquellos quienes favorecen el libre mercado hasta los que creen en un populismo de izquierda al estilo andino, ningún peruano podrá negar que su sistema político está quebrado. Los estragos ocasionados por la pandemia y, por consiguiente, la desesperación de la población rural dada la crisis económica, significa que los peruanos están en una situación muy vulnerable frente a las promesas fantásticas de Castillo. Indistintamente de que Castillo sea elegido o no presidente, sus ideologías arriesgan a incrementar el resentimiento entre las clases bajas del país, quienes miran a las élites económicas y políticas en Lima como un grupo corrupto, moral y económicamente.
Han transcurrido solamente 25 años desde que dejaron de detonar las bombas en la última batalla entre ideologías políticamente radicales en el Perú. La única forma de construir un consenso en un país tan fracturado y diverso es edificar un futuro e ideario en común en torno a la identidad peruana. Los peruanos del campo tendrán mayores oportunidades si su país tiene un libre mercado y una capital próspera. Los peruanos de las grandes ciudades y los gobiernos regionales, en particular, tienen que invertir en educación, salud y desarrollo económico en el campo, para que pueda alcanzar su potencial y hacer uso de los vastos recursos humanos y naturales que abundan en el país.
Por ahora, algunos limeños siguen actuando sorprendidos de que un campesino salido del Perú rural haya podido ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales. El hecho de que sea una sorpresa es prueba suficiente de que tan desconectados están con el resto del país. Al mismo tiempo, millones de peruanos celebran la victoria de un candidato que ha sido una elección natural en su manera tradicional, como la de los ronderos, de ver el mundo. El hecho que crean que la lucha de clases y el marxismo fundamentalista sean una esperanza para el futuro, es prueba suficiente de qué tan abandonados están realmente.
Sobre del autor: Nick Stanziano cofundó SA Expeditions y se desempeña como su director ejecutivo. Originario de California y ciudadano por más de una década y nacionalizado peruano, se encuentra entre dos mundos. Nick tiene una licenciatura en Estudios Globales de la Universidad de California y un MBA en la universidad Saint Mary's College of California. Nick cree que las empresas de turismo del futuro tienen la responsabilidad de retratar las luchas humanas de los países a los que traen viajeros.
Puede ver la plétora de artículos aquí o leer el libro electrónico recientemente publicado por él mismo, quien had realizado el viaje a pie por más de 3000 millas por el Gran Camino Inca, también conocido como el Qhapaq Ñan.
Traducida por: Jorge Riveros-Cayo
Toda imagen en este articulo se publica para el interés publico. Se ha hecho todo esfuerzo para acreditar los fotógrafos responsables por documentar este momento importante en la historia del Perú; interesados deben contactarnos directamente sobre el uso de cualquier fotografía. Foto titular: Reuters